martes, 30 de agosto de 2022

Dios mío ¡Terremoto!

Por: Fabiana Carolina - Comunicadora de la Universidad Nacional de Piura.  


Durante toda mi etapa escolar me he preparado para saber cómo actuar y afrontar un movimiento telúrico, pues nuestro país es una zona que concentra el 85% de la actividad sísmica en el mundo, por ello, siempre he prestado mucha atención a los simulacros e incluso muchas veces he sido parte de defensa civil y he simulado ayudar a compañeras heridas. Siempre he creído tener la calma para afrontar un seísmo o bueno eso creía hasta que viví uno.

Eran las 12:10 pm del pasado viernes 30 julio, aparentaba ser un día ordinario y sereno; mamá se encontraba cocinando y papá arreglando unas cañerías rotas de la lavandería, y yo como todos los días me encontraba escuchando clases. Estaba muy atenta oyendo las narraciones del profesor, hasta que de repente, de un momento a otro la tierra empezó a temblar.

Al principio pensé que el fuerte movimiento de los eternits era producto de una pelea de gatos, ese pensamiento se esfumó cuando vi como el piso empezaba a moverse tan rápido que parecía como si pequeñas ondas se formaran en él. Los cuadros y los diminutos adornos que decoraban el pequeño comedor empezaron a caerse. Papá y mamá empezaron a correr y gritar: “Terremoto” “Mi Dios terremoto”, mientras que yo solo estaba estática, sin saber qué hacer.

Quería moverme y salir corriendo, pero el miedo invadió mi cuerpo e hizo que no pudiera articular ningún movimiento. Yo no había notado que la pared en la que estaba recostada se había empezado agrietar, papá al ver eso rápidamente me tomo del brazo y halo de mí, un segundo después de salir de ahí, la pared se derrumbó. Salimos a la calle y todo era un caos, la gente estaba desesperada, unos corrían y lloraban, otros arrodillados imploraban que Dios los perdonará.

Por fin el movimiento empezaba a cesar y poco a poco la tranquilidad en la gente empezó a manifestarse. Inmediatamente empecé a llamar a mis abuelos, pues temía que algo malo les hubiera pasado, intenté una y dos veces, pero las llamadas no funcionaban. Por precaución mi familia y yo nos quedamos en la calle, pero luego de 20 min ingresamos a casa a verificar los daños que habían causado el desplomo de la pared, gracias a Dios solo hubo daños insignificantes.

A pesar de que todo ya había pasado, mamá aún seguía alterada, no pudo más y rompió en llanto, me abrazó y me dijo lo mucho que me amaba. Agradezco que papá se haya dado cuenta que la pared se estaba cayendo, pues si él no se hubiera dado cuenta a tiempo, quizá hubiera resultado herida o tal vez ya no estuviera aquí contándoles este episodio de mi vida.

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