Por: Fabiana Carolina - Comunicadora de la Universidad Nacional de Piura.
Durante toda mi etapa escolar me he
preparado para saber cómo actuar y afrontar un movimiento telúrico, pues
nuestro país es una zona que concentra el 85% de la actividad sísmica en el
mundo, por ello, siempre he prestado mucha atención a los simulacros e incluso
muchas veces he sido parte de defensa civil y he simulado ayudar a compañeras
heridas. Siempre he creído tener la calma para afrontar un seísmo o bueno eso
creía hasta que viví uno.
Eran las 12:10 pm del pasado viernes 30
julio, aparentaba ser un día ordinario y sereno; mamá se encontraba cocinando y
papá arreglando unas cañerías rotas de la lavandería, y yo como todos los días
me encontraba escuchando clases. Estaba muy atenta oyendo las narraciones del
profesor, hasta que de repente, de un momento a otro la tierra empezó a
temblar.
Al principio pensé que el fuerte
movimiento de los eternits era producto de una pelea de gatos, ese pensamiento
se esfumó cuando vi como el piso empezaba a moverse tan rápido que parecía como
si pequeñas ondas se formaran en él. Los cuadros y los diminutos adornos que
decoraban el pequeño comedor empezaron a caerse. Papá y mamá empezaron a correr
y gritar: “Terremoto” “Mi Dios terremoto”, mientras que yo solo estaba
estática, sin saber qué hacer.
Quería moverme y salir corriendo, pero el
miedo invadió mi cuerpo e hizo que no pudiera articular ningún movimiento. Yo
no había notado que la pared en la que estaba recostada se había empezado
agrietar, papá al ver eso rápidamente me tomo del brazo y halo de mí, un
segundo después de salir de ahí, la pared se derrumbó. Salimos a la calle y
todo era un caos, la gente estaba desesperada, unos corrían y lloraban, otros
arrodillados imploraban que Dios los perdonará.
Por fin el movimiento empezaba a cesar y poco a poco la tranquilidad en la gente empezó a manifestarse. Inmediatamente empecé a llamar a mis abuelos, pues temía que algo malo les hubiera pasado, intenté una y dos veces, pero las llamadas no funcionaban. Por precaución mi familia y yo nos quedamos en la calle, pero luego de 20 min ingresamos a casa a verificar los daños que habían causado el desplomo de la pared, gracias a Dios solo hubo daños insignificantes.
A pesar de que todo ya había pasado, mamá
aún seguía alterada, no pudo más y rompió en llanto, me abrazó y me dijo lo
mucho que me amaba. Agradezco que papá se haya dado cuenta que la pared se
estaba cayendo, pues si él no se hubiera dado cuenta a tiempo, quizá hubiera
resultado herida o tal vez ya no estuviera aquí contándoles este episodio de mi
vida.
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